En un video viralizado en Instagram y cadenas de WhatsApp se difundió información errónea acerca de la composición “tóxica” de las vacunas. En el video se describen, de modo irónico, los compuestos que forman parte de las vacunas (listados por la CDC de EEUU), como “saludables”. En las cadenas de WhatsApp se detalla el mismo listado pero indicando los supuestos daños asociados a estos compuestos, como por ejemplo el timerosal.

¿Por qué es falso?
El mercurio es un elemento natural que se encuentra en el aire, el suelo y el agua. Existe en distintas formas: elemental (metálico), como tienen los termómetros o baterías y en forma de sales (como el metilmercurio y el etilmercurio). La toxicidad de este elemento en humanos varía con la forma. El metilmercurio forma parte de la cadena alimentaria de peces, animales y seres humanos. Así, a lo largo de la vida, las personas se exponen naturalmente a metilmercurio, que solamente puede ser tóxico en cantidades elevadas.
El timerosal es un compuesto antiséptico y antifúngico que contiene mercurio. Puede usarse como conservante durante la fabricación de algunas vacunas que requieren de múltiples dosis. Pero se elimina casi por completo en la etapa final de la elaboración, quedando solo restos. Asimismo, nuestro organismo es capaz de degradar el timerosal formando etilmercurio (distinto al de los termómetros y al encontrado en peces), que se puede eliminar de nuestro cuerpo.
Las vacunas que usan timerosal como conservante, lo tienen en un 0.01%, que equivale al mercurio encontrado (como metilmercurio) en aproximadamente 100 gramos de una lata de atún. El metilmercurio, proveniente del atún, tarda más tiempo en eliminarse del organismo que el etilmercurio proveniente del timerosal.
En la década de 1990 comenzó a circular una hipótesis que afirmaba que las vacunas que contenían timerosal podían ocasionar la acumulación de mercurio en los infantes, lo que generaba daños o trastornos neurológicos al superar los límites recomendados para el metilmercurio. Sin embargo, este tipo de mercurio que sí puede ser neurotóxico, no es el que está presente en el timerosal.
En línea con esta hipótesis, se publicó un trabajo en 1998 que relacionaba a la utilización de timerosal con la causa del autismo en infantes y el mismo tuvo muchísima repercusión. Debido a la presión social, y sin evidencias científicas suficientes, el ente regulatorio de EE. UU. (FDA) y los de otros países, por cautela ordenaron evitar la utilización del timerosal en la mayoría de las vacunas. Efectivamente, el timerosal se eliminó de casi todas las formulaciones y así y todo, los índices de autismo continuaron en alza. En la actualidad, pocas vacunas que se aplican en niños contienen timerosal.
En 2010, por las alegaciones del Consejo Médico General de Gran Bretaña, la revista británica que publicó este famoso trabajo de 1998 reconoció que el mismo no estaba realizado correctamente y que los datos no eran válidos. El trabajo fue retractado y el médico que dirigió el estudio perdió su licencia porque se demostró el origen fraudulento de la publicación.
Después de décadas de estudios que intentaron probar si el timerosal explicaba la neurotoxicidad encontrada en infantes o el desarrollo de trastornos neurológicos, no hay ninguna evidencia científica que lo demuestre. Sin embargo, el impacto de ese famoso trabajo fue tal que surgieron movimientos anti-vacunas a nivel global que aún hoy, 10 años después de retractado el trabajo, continúan sosteniendo estas teorías infundadas.
La vacunación es luego de la potabilización del agua, el hito sanitario que más vidas ha salvado en el mundo a lo largo de la historia de la humanidad. Es un componente clave de la atención primaria de la salud y es crítica para la prevención y el control de enfermedades infecciosas. Actualmente existen vacunas para prevenir más de 20 enfermedades graves, evitando la muerte de 2 a 3 millones de personas por año. La vacunación es un acto colectivo que te protege a vos y a los demás.