Este tópico, que fue desmentido en reiteradas oportunidades, volvió a ser noticia y a partir de un informe publicado el 14 de septiembre en un sitio que comparte artículos de investigación llamado Zenodo. Este informe escrito por la viróloga china Li-Meng Yan, una ex-investigadora de la Universidad de Hong Kong, afirma que la evidencia genética demuestra que el nuevo coronavirus ha sido creado en un laboratorio y que no surgió a partir de un “salto” de especie natural de un animal a otro (virus zoonótico). El informe afirma que esta evidencia ha sido “censurada” en las revistas científicas.

¿Por qué es falso?
En primer lugar, es importante aclarar que el sitio de internet donde fue publicado este trabajo NO es una revista científica, y que este informe no fue sometido a una revisión por pares o colegas. El informe afirma que esta evidencia ha sido “censurada” en las revistas científicas.
El informe ignora la gran cantidad de textos de calidad publicada que hay y que explican cómo circulan los coronavirus en las poblaciones de animales salvajes, y la tendencia que tienen a propagarse a los humanos. Los coronavirus existen en la naturaleza y pueden infectar a muchas especies diferentes. En una publicación muy importante en la revista científica Nature Medicine se demuestra que los coronavirus de los murciélagos serían los ancestros conocidos más cercanos del nuevo coronavirus causante de COVID-19 y que han circulado en poblaciones de murciélagos durante décadas, antes de realizar el “salto” de especie de animal a humano, pudiendo haber pasado previamente por un animal intermedio que aún se desconoce (más información: https://confiar.telam.com.ar/es-falso-que-el-nuevo-coronavirus-sea-un-virus-disenado-en-un-laboratorio/).
Esto ha sido ampliamente aceptado por la comunidad científica y está basado en que el material genético del SARS-CoV-2 presenta una gran similitud con una cepa de coronavirus que habita en murciélagos, llamada RaTG13. Para argumentar que el nuevo coronavirus no proviene del murciélago, el informe de la Dra. Yan afirma que este virus es “malo” para infectar a este animal. Pero esto no es un argumento válido para concluir sobre el origen artificial. De hecho, se postula que el salto de especie desde un animal intermedio hacia el humano podría haber sucedido hace décadas, durante las cuales habría acumulado mutaciones y generando así que el nuevo coronavirus ya no sea eficaz para infectar al animal del cual proviene. Es probable, entonces, que los cambios en la proteína que permite su ingreso a las células, llamada espiga o Spike, sean fruto de la evolución y hayan permitido que el SARS-CoV-2 se volviera más eficaz para infectar humanos.
Otro argumento falaz del informe de la Dra. Yan se centra en la presencia de una característica genética crítica, una porción determinada de la proteína espiga, que se cree que mejora la capacidad del virus para ingresar a las células y que, según el informe, no se encuentra en ningún otro coronavirus, por lo que concluye que “debe haberse diseñado”. Pero esta afirmación contradice los hallazgos: sí se han encontrado porciones similares en los coronavirus de murciélagos en poblaciones silvestres, en particular en el coronavirus RmYN02.
El informe también afirma que el SARS-CoV-2 es “sospechosamente” similar a dos cepas de coronavirus de murciélago (ZC45 y ZXC21). Los autores afirman que estas cepas podrían haberse utilizado como “plantilla” para diseñar un virus más letal. Sin embargo, estas cepas difieren tanto en su material genético que parece improbable que fueran un buen punto de partida para “diseñar” al SARS-CoV-2. Además, estas dos cepas de coronavirus de murciélago fueron descartadas en marzo como origen natural probable por tener menor similitud entre su material genético y el del SARS-CoV-2 en comparación con la cepa RaTG13 (88% versus 96.2% de similitud).
Por último, el informe sostiene que el SARS-CoV-2 fue obtenido a partir de estas dos cepas ZC45 y ZXC21 mediante un “corte y pegue” de los materiales genéticos de ambos virus. Para hacer esto, habrían usado unas proteínas que pueden “cortar” al material genético en sitios específicos que pueden reconocer. Es decir que el material genético tiene determinados “códigos” que actúan como un señuelo para que estas proteínas los encuentren y puedan cortar al material genético cuál “tijeras”, en esos sitios precisos y no en otros. Estos códigos o sitios de “corte” se presentan naturalmente en todos los tipos de material genético, desde bacterias hasta humanos, y son útiles para realizar ingeniería genética. Sin embargo, para esto deben presentarse una única vez a lo largo de todo el material genético (sitios de “corte” únicos) y en el caso de las cepas que según el informe se utilizaron de “plantilla”, estos sitios se repiten múltiples veces. Es muy difícil solo cortarlos en un cierto lugar y pegarlos para formar el SARS-Cov-2. Desde el punto de vista técnico, es una metodología imposible de llevar adelante. Crear un virus diseñado no es un asunto trivial, siempre quedan “cicatrices” que evidencian manipulación genética artificial, algo que no se observa en el genoma del nuevo coronavirus o SARS-CoV-2.